El apóstol Pablo en 1 Corintios 15:19 dice: “Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera solo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales”.

A veces nos sentimos satisfechos de nuestra vida presente en Cristo y eso es bueno, a veces caemos en el descuido y nuestra fe desciende. El demasiado énfasis solamente en el presente nos motiva a que fijemos nuestra mirada en este mundo y nos olvidamos que un día dejaremos esta tierra. Por eso el apóstol hace hincapié que nuestra esperanza en Cristo no solamente debe ser para esta vida, porque si así fuera, seríamos los más infelices; nos lleva a considerar que nuestra esperanza esté en lo invisible.

Hebreos 11:1 dice: “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”. Consideremos frecuentemente que nosotros ya tenemos una ciudadanía en el cielo, en la patria celestial, no nos dejemos engatusar por el enemigo, ni por las circunstancias que a veces nos afectan o por los malestares físicos y mucho menos por el secularismo, la moda, la vida material que a veces nos orilla a que caigamos en la desesperación porque estamos viviendo en estrechés económica o por relaciones familiares o humanas afectadas.

Pongamos nuestros ojos en Cristo el autor y consumador de nuestra fe, tengamos esa esperanza en la promesa de Él: “Donde yo esté quiero que ustedes estén conmigo” (Juan 14:1-4). Maravillosa promesa de Jesús es para sentirnos muy satisfechos, agradecidos y con inmensa gratitud. Él cumplirá su palabra.

Es la esperanza en el Señor la que debe mantenernos firmes. Sí debemos ser felices en este mundo, sin perder la perspectiva de la eternidad. La esperanza en Cristo debe ser inconmovible. Posiblemente tu tiempo como el mío aquí en la tierra se está terminando, porque el decreto de Dios se cumplirá y partiremos de aquí, sostenidos por la esperanza en nuestro Salvador y Señor.

Lee Juan 14:1-4