“Pero decidí actuar en honor de mi nombre, para que no fuera profanado entre las naciones entre los cuales vivían ustedes (Israel)

Profeta Ezequiel 20:9

Dios el único Señor de los cielos y de la tierra, creador del mundo macrocosmo y microcosmo, el Yo Soy el que Soy, el que da la vida y la quita, el que pone gobernantes en las naciones y los derriba. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo. El Dios que es celoso consigo mismo y no dará su gloria a nadie, cuida su prestigio, su buen nombre, su honor entre sus criaturas. Él no quiere que se le considere un Dios justiciero y cruel, que odia al ser humano, sino que se le conozca como un Dios de amor, de infinita bondad y de inconmensurable misericordia. El es un Dios justo, ama a su pueblo judío y a los gentiles salvados por la obra de Jesucristo. Pero hubo en el lejano pasado que su pueblo Israel dio mal testimonio entre los pueblos paganos y lo hicieron una y otra vez desprestigiando a su único y verdadero Dios, lo mismo han hecho gentiles supuestamente religiosos cristianos, que sin ningún temor han desprestigiado su buen nombre. Por esa mala actuación de ambos Dios ha castigado a su pueblo Israel y desde el tiempo de los profetas los ha dispersado entre las naciones gentiles.

No hay nadie que se escape por hablar mal de Dios, o de maldecir su nombre. Hay mucha gente gentil de varias épocas y de la actualidad que tendrán que enfrentar el juicio inevitable de Dios.

Nosotros como gentiles que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo debemos cuidar nuestra forma de vida y de comportamiento de los que han rechazado la gracia de Dios por medio de Cristo, vituperando su nombre, el evangelio y la salvación. Tampoco debemos usar su nombre en vano, porque Dios es fuego consumidor, tarde o temprano la pagará quien comete este pecado. Por lo tanto, debemos cuidar el buen nombre de Dios como Padre, como el Hijo Señor y Salvador, así como al Espíritu Santo. Dios es veraz y todo hombre mentiroso.

Lee Ezequiel 20:8-14