Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir.
1a. carta a los Corintios 15:22
En la carta a los Romanos 5:12-21 el apóstol Pablo hace una explicación sobre el asunto diciendo: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron”(5:12).
Terrible consecuencia por un solo pecado del hombre. Eva, ingenuamente cayó en la tentación que les ofreció el enemigo de Dios, la serpiente antigua; el Diablo y Adán fue también seducido. Los descendientes de Adán y todas la generaciones posteriores que formaron la humanidad, fueron afectados recibiendo una naturaleza caída, enferma, y contaminada, con la tendencia a pecar. Al tener la imperfección el ser humano no tiene poder para resistir los embates del enemigo, quien continúa seduciendo y ofreciendo oportunidades para desobedecer a Dios y pecar contra Él. El hombre lo hizo, lo hace y lo continuará haciendo. Como consecuencia, desde Adán todos los seres humanos tienen que morir físicamente y la gran mayoría también mueren espiritual y eternamente; porque toda la humanidad está sumida en condición de culpabilidad debido al pecado original.
Dios en su gran misericordia por la humanidad prometió un Salvador, el Mesías, un hombre perfecto como era Adán. La vida de Jesús fue de obediencia perfecta, sin pecado, ofreciéndose en sacrificio, muriendo en una cruz, de esa manera murió para que la justicia de Dios quedara satisfecha. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos al tercer día. Sí en Adán todos mueren, en Cristo tiene el hombre la oportunidad de vivir eternamente ya reconciliado con Dios. Porque dice el apóstol Pablo, “que la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios… Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán… (Romanos 5:15-16).
El Diablo ya no tiene dominio sobre los que creen en Cristo Jesús, como su Salvador, ahora están sujetos al señorío de Él. “Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Los creyentes en Él, hijos de Dios, ya no debemos temer morir físicamente, porque estaremos en el cielo con Él, esperando la resurrección de nuestro cuerpo cuando Cristo regrese a este mundo.
Lee Romanos 5:12-21