En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas ; sin él, nada de lo creado llegó a existir. Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Evangelio de Juan 1:1-3

Este es un de los pasajes más elocuentes del Nuevo Testamento (la Biblia), revelado por Dios el Padre e inspirado por el Espíritu Santo al apóstol Juan. Difícil de razonar por la forma como lo dice, nuestra mente no lo puede digerir desde el punto de vista humano, la única posibilidad es aceptarlo por nuestra fe en Dios.

El Verbo (Logos) ya existía desde la eternidad, hubo manifestaciones de Él en el Antiguo Testamento. Estaba con Dios, es decir era parte de la Trinidad, Dios manifestado en tres personas el Padre, el Hijo (Verbo) y el Espíritu Santo, siendo uno solo, pero los tres tenían una maravillosa comunión. El Logos era Dios, es eterno, tenía una relación íntima con Dios el Padre. Cristo no comenzó a existir cuando nació en la aldea de Belén. Dios es el eterno y creador de todo lo que existe y el Verbo fue el agente de la creación (1 Corintios 8:6; Colosenses 1:16; a los Hebreos 1:2). Toda la creación fue hecha por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El apóstol Juan dice que el Verbo vino a revelar al Padre (1:14, 18; Salmo 19:1-6; a los Romanos 1:19-20). En el Verbo “estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad” (1:4). En el cumplimiento del tiempo según el propósito y la voluntad de Dios, “el Verbo se hizo hombre” se hizo semejante a los seres humanos y vivió entre ellos en la tierra de Israel para cumplir el propósito de redimir a la humanidad de la esclavitud del pecado, provocada por el diablo al engañar a la primera pareja humana Adán y Eva.

El Verbo era Cristo Jesús, la gente del primer siglo de nuestra era, los apóstoles y muchos otros que conocieron a Jesús llamado el Mesías, el apóstol Juan, que fue uno de ellos dice: “hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” En pocas palabras declara la grandeza de Jesucristo, el deseado de toda la gente, porque era agradable en su apariencia y en el trato con la gente, misericordioso para beneficio de los pobres, de los desalentados, de los enfermos, de los poseídos por demonios y por lo no judíos llamados gentiles. Era veraz en la enseñanza que le daba a la gente sobre Dios, sobre el perdón, sobre tener una vida nueva y eterna, les habló del cielo y del infierno y muchas otras enseñanzas. Él vivía lo que predicaba y predicaba lo que vivía, no como los religiosos fariseos maestros de la religión judía.

Gracias a Dios por su regalo del cielo, el Mesías prometido a Israel, Verbo para bendición a todas las familias de la tierra.

Lee Juan 1:1-5