En la guerra de Reforma, liberales y conservadores recurrieron al auxilio extranjero. El grupo liberal recurrió a Estados Unidos de Norteamérica, mientras el conservador trajo la intervención francesa y el Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Con este último se intentó unir la Reforma liberal con la monarquía, fundiéndose elementos de la primera y segunda reformas liberales republicanas, desde la perspectiva de un imperio católico. A la caída del imperio de Maximiliano de Habsburgo prevaleció la concepción de la segunda Reforma, o sea la del gobierno liberal de Benito Juárez, que establecía la separación de la Iglesia y del Estado. Con el triunfo de la Republica se consolidó el Estado nacional. El Estado fue soberano, al constituir la última instancia del poder después de haber derrotado a la Iglesia como institución política.  

Posteriormente se dio el quinto momento del liberalismo mexicano al otorgársele rango constitucional a las Leyes de Reforma. Sebastián Lerdo de Tejada, con el propósito de hacer realidad la libertad religiosa, ofreció garantías a los dirigentes de los diversos cultos. Al superarse la cultura de la intolerancia religiosa, se abrieron las puertas a otras iglesias, en particular a las iglesias protestantes. Desde 1833 José María Luis Mora había permitido el ingreso de Biblias al país para promover la libre interpretación de los textos sagrados. Sin que hubiera una vinculación de Mora con el protestantismo, sino un afán de promover el liberalismo. En un sentido parecido, posteriormente Lerdo de Tejada, promovió la entrada de otras iglesias al país. La sexta y última etapa del liberalismo decimonónico:  al liberalismo conservador, dentro del esquema propuesto. El régimen porfirista, sin derogar las Leyes de Reforma dejó que la Iglesia Católica retomará su fuerza política. Por ello las primeras críticas que se hicieron a la dictadura por los precursores de la Revolución, fueron en el sentido de que abandonaba el espíritu de la Reforma. Los revolucionarios se hicieron herederos del liberalismo social insatisfecho, del Constituyente de 1856-57, con la creación del Círculo Liberal Ponciano Arriaga y del Partido Liberal. Después de la revolución social de 1910, el mayor enfrentamiento del Estado y la Iglesia Católica de nuestro siglo se dio con la guerra Cristera. Al pretender hacer cumplir a ultranza las leyes liberales, el Estado se encontró con la oposición del clero y estalló un cruento conflicto armado. Desde 1929 se estableció un ente cordial entre ambas instituciones, pero la legislación reformista pendía como la Playa Salada de Damocles sobre las instituciones eclesiásticas. No obstante, se dejó a la Iglesia en libertad para hacer caso omiso de dicha afirmación, hasta que se promulgó la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público que reconoció la personalidad jurídica de la Iglesia con la reforma al Artículo 130 Constitucional. (Patricio Galeana, Relaciones Estado – Iglesia. Secretaría de Gobernación) 

Valga esta información histórica para que valoremos nuestra libertad como cristianos evangélicos en esta tierra mexicana, donde muchos de nuestros hermanos fueron sacrificados por la intolerancia.

Gracias a Dios y a los liberales que usó para que llegara a darse la cultura de la tolerancia.

¡A Él sea la gloria! Jesucristo es el Señor y Cabeza de la Iglesia verdadera la cual es su cuerpo. ¡Bendito sea por los siglos de los siglos!

Lee Gálatas 5:13-15