La fidelidad a Dios es tan valiosa en nuestra relación con Él, porque con ella demostramos cuanto lo amamos. No podemos dar testimonio del Señor si no le somos fieles; porque ser fiel implica profundamente que correspondemos a la confianza que Él tiene de nosotros, desde el momento que creímos en Su plan de salvación en Cristo Jesús y por esa fe fuimos adoptados como hijos, para gloria Suya.

David dice: “Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando le llamo”. Dios no puede dejar de escuchar a su fiel hijo cuando está en situación difícil, el salmista nos anima a decir: “Dios mío, mi defensor, dame alivio cuanto esté angustiado, apiádate de mí y escucha mi oración”.

Ser fiel al Señor significa: creer a Su palabra, no ser idólatra, no guardar el pecado sino confesárselo en arrepentimiento, pidiendo perdón y por las noches examinar nuestro corazón para que durmamos con una conciencia tranquila, “en paz me acuesto y me duermo. Porque sólo tú Señor, me haces vivir confiado”.

El Señor produce alegría, “alegría mayor que lo que produce el alimento y el vino” cuando le somos fieles. Fidelidad a Dios te dará salud mental, emocional, física y material. Tu fe crecerá en Él. Que así sea.

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