Ustedes conocen este mensaje que se difundió por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret: como lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y como anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Hechos de los apóstoles 10:37-38

El escenario para el servicio de Jesús llamado el Cristo, lo preparó Juan conocido como el bautista, porque predicaba el bautismo de arrepentimiento. Jesús inició su trabajo en Galilea después de ser bautizado en el río Jordan por Juan. En ese instante fue consagrado por la presencia del Espíritu Santo viniendo sobre él como paloma, tan pronto como fue bautizado al subir del agua una voz del cielo lo confirmaba: —Este es mi Hijo amado, estoy muy complacido con él—esa unción que recibió Jesús le otorgó poder y como hacer el bien con la gente que sufría de diferentes males, sanándolos, haciendo milagros que sorprendía a los que lo veían, como abrir los ojos a los ciegos, al mudo lo hizo hablar, a los paralíticos caminar, liberando a otros de la posesión demoniaca y otros milagros más, porque Dios estaba con él. Fue un servicio itinerante porque iba de aldea en aldea, de pueblo en pueblo y en diferentes ciudades, no solo en el territorio del país de Israel sino en lugares fuera de sus fronteras.

Jesús tenía poder para favorecer a los necesitados, multiplicó los panes y pescados para dar de comer a mucha gente que lo seguía. Le dio tanta importancia a la enseñanza de Dios y a sus propósitos para el bien de la gente, los motivó para que tuvieran fe, esperanza en Dios y aceptaran el plan de salvación espiritual por medio de él, como Hijo de Dios.

Jesucristo tiene poder para transformar vidas, aún continúa haciendo sanidades y milagros cuando la gente cree y depende de él. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tú familia”.

Lee Hechos 10:36-43