Todos los seres humanos mueren, no nos agrada del todo la idea, pero sucederá tarde que temprano. Hay personas que no deberían morir, entre ellos nuestros padres por haber sido muy legítimos, honorables, buenos y justos, su amor fue tan completo y estando con ellos nos sentíamos seguros y plenos. No eran perfectos, pero nos fueron valiosos. Hay personajes que han marcado huellas en el mundo y la humanidad fue beneficiada por sus logros y aportaciones en diferentes áreas de la vida y una se destaca: la fe y una vida espiritual sorprendente. Este es el caso del Rey David. Una vida como la nuestra, un pecador arrepentido y convertido a Dios, pero lo destacado de su vida, no fue su poder militar para derrotar a sus enemigos o su lealtad al rey anterior Saul y a su hijo Jonatan como su mejor amigo, lo más destacado, fue su íntima relación con Dios, de tal manera que fueron amigos hasta el final de la existencia terrenal de David. Es por eso que destacamos esas últimas palabras de este varón de fe, al referirse a Dios.
“El Dios de Israel. La Roca de Israel. -Ha establecido mi casa. -Dios ha hecho un pacto eterno. -Dios hará que brote mi salvación. -Hará que se cumpla todo mi deseo”. Cuánta convicción de David respecto a su futuro, una visión inaudita y pasaron muchos años hasta que apareció uno de su linaje, un hombre perfecto, con la convicción de que él era el Mesías descendiente de David. Fue un hombre probado Jesús de Nazaret, nacido en el mismo pueblo donde nació David, la aldea de Belén. El profeta Miqueas lo había profetizado: “Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Juda, saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemorables”.
El ministerio del Mesías fue excelente, anduvo haciendo bienes a los pobres, enfermos y explotados. Su enseñanza y predicaciones fueron bien recibidos por un pueblo necesitado de esperanza, lo cual provocó la envidia de los representantes del judaísmo y lo asesinaron. Él cumplió el propósito de Dios, redimir a la humanidad. Al tercer día resucitó venciendo a la muerte. David dijo: “No dejarás que tu siervo experimente corrupción”. Cuando Jesucristo regrese a esta tierra establecerá su reino y se cumplirá el deseo de su ancestro, porque el reino del Mesías Jesús nunca tendrá fin. Atrévete a seguirlo y se fiel a Él hasta la muerte y reinaremos con Él.