El día anterior comenzamos a meditar en este hermoso e inspirador Salmo, considerando la felicidad del hombre justo y temeroso de Dios.

Consideremos también al hombre malvado, injusto e irreverente con Dios y con sus semejantes. En principio, es una vida infeliz, insegura, vive solo por su instinto y por su suerte en la cual cree. Dios considera al hombre como un pecador empedernido, soberbio, desobediente, que necesita ser redimido, pero en su condición espiritual en la que se encuentra no permite la intervención de Dios, cayendo en más necedad. La Biblia habla de él como un ser perdido, que está muerto espiritualmente y bajo condenación (Evangelio de Juan 3:16-18), necesita arrepentirse de sus pecados y creer en el evangelio de amor y de redención en la persona de Jesucristo, de esa manera podrá salvar su alma, experimentar el nuevo nacimiento y salvarse de la ira venidera.

El salmista dice que los irredentos pecadores, los malvados son: “como paja que es arrastrada por el viento”, no son nada, no valen nada delante del Juez Justo, serán condenados cuando llegue el juicio y tampoco su vida es agradable delante de los virtuosos hijos de Dios. Por eso los seguidores de Jesucristo no deben participar con ellos en sus libertinajes porque “la senda de los malos lleva a la perdición”, no solo de ellos sino también de los que son seducidos por estos.

No hay prohibición de tener amistades con personas no creyentes o relacionarnos con familiares inconversos, pero debemos ser cuidadosos respecto a sus costumbres o malos hábitos, no imitarlos, sino dar testimonio de nuestra ética cristiana, de nuestro dominio propio y de una buena conducta, para que no vituperen el nombre de Jesucristo y hagan señalamientos que somos unos hipócritas porque somos iguales a ellos en sus prácticas, y en su lenguaje. Vivamos victoriosos en nuestra fe y vida espiritual delante de Dios y delante de los hombres.

Jesús nuestro Señor y Salvador cuando habla de la sal y la luz como símbolos de sus seguidores, ordena: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.” (Mateo 5:16) ¡Cuidado con los malos!

Lee Salmo 1, Juan 3:16-18