El mar de Galilea, llamado también mar de tiberiades y lago de Genezaret, es un lago no tan grande, pero fue el escenario más importante del ministerio de Jesucristo. En sus tierras aledañas el impartió enseñanzas inolvidables. En sus márgenes hizo grandes milagros. Enormes multitudes le siguieron. Muchísimos fueron sanados de diversas enfermedades y otros compasivamente aliviados de cargas morales y otros, atormentados por demonios fueron liberados. Precisamente, no muy lejos del Mar de Galilea Jesús de Nazaret hizo un milagro en la persona de un hombre sordo y mudo, esto lo narra Marcos, no se nos dan muchos detalles, pero no por eso carece de enseñanzas evidentemente prácticas. Por lo breve que es su narración impresiona, lo breve del relato lo hace más dramático. Cuando la historia termina dice, que los que presenciaron lo que ocurrió, se maravillaron en gran manera. Esta es la reacción que debe producir su lectura y cualquiera meditación sobre ella.
Lo primero que el relato nos enseña es, que venir a Cristo es en realidad muy fácil. Cuando algunos no pudieron llegar hasta El para escucharlo o para verlo en lo que hacía, no fue porque no fuera accesible, sino porque tuvieron algún impedimento personal. Por ejemplo: Zaqueo el publicano, olvidando su riqueza se subió a un árbol para ver a Jesús y alcanzó la salvación y el perdón de sus pecados. La mujer que estaba enferma de hemorragia, olvidó su vergüenza y timidez y fue sanada, el ciego Bartimeo, aunque lo callaban él gritaba más fuerte para que Jesús lo escuchara y el milagro se dio, pudo ver; la ceguera se fue. Todos encontraron una solución a su problema. Jesucristo es asequible para ti, no necesitas intermediarios, El es suficiente para resolver nuestros problemas.
Continúa…
Lee Marcos 7:32-37