Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.

Salmo 80 de Asaf

Era de noche, cuando estaba postrado en oración ferviente; se incorporó y se puso de pie asomándose por la ventana, levantó su rostro y vio el firmamento plagado de estrellas brillantes, sus luces eran muy bellas. Muchos años en el destierro, su pueblo sufría la angustia del exilio en un país muy lejano y su ciudad Jerusalén estaba abandonada, en su imaginación podía observar de manera fidedigna los escombros de aquel que fuera el templo más hermoso, fastuoso y amado, la casa del Dios de Israel. Las bellas construcciones, así como las casas donde vivieron su familia, sus amigos y conocidos, estaban destruidas, además los muros que rodeaban la ciudad estaban derribados, los animales salvajes y todo tipo de criaturas hacían ahí su guarida.

El hombre sumamente triste secó sus lágrimas, con nostalgia y con un profundo suspiro exclamó: “Oh, Pastor de Israel, escucha; tú que pastoreas como ovejas a José, tú que reinas entre los querubines, ¡escúchanos! resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés! ¡Muestra tu poder, y ven a salvarnos!” (Salmo 80:1-2)  El hombre no era otro que el vidente Asaf. ¿Era en ese cielo estrellado donde él podría encontrar la respuesta? Los astrólogos de Babilonia o de cualquier lugar y de cualquier época son inventores y charlatanes, suponen que los astros y sus posiciones relativas influyen en el acontecer terreno, en los individuos o en acontecimientos del mundo. Es profecía aberrante y supersticiosa. La verdad está está en las Sagradas Escrituras, la palabra revelada de Dios al pueblo de Israel y posteriormente a los gentiles seguidores del Mesías Jesús, es en ella donde hay que encontrar la verdad para el hombre de ayer, de hoy y del mañana y la salvación que necesita de su ser integral.

“Restáuranos, Señor, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos” (v.19) El Mesías tenía la respuesta para el preocupado Asaf, y para su pueblo de todas las épocas, cuando declara: “No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.” (Mateo 15:24)

Continúa…

Lee Salmo 80