Zacarías 3:1-7

Los hebreos eran el pueblo de Dios, lo formaban 12 tribus, estos 12 fueron los hijos de Jacob llamado después Israel. Este pueblo por su desobediencia al Señor fue castigado: 10 tribus fueron llevados en cautiverio al país de Asiria, quienes ganaron la batalla; la capital era Samaria. Fue destruida, saqueada y murieron muchos y los demás al cautiverio (año 722 a.C.), posteriormente las 2 tribus restantes también desobedecieron a su Dios, su capital Jerusalén fue destruida, el templo incendiado, las murallas derribadas y los sobrevivientes fueron llevados a Babilonia (año 587 a.C.).

Después que estas 2 tribus que formaban el pueblo de Judá, pasaron 70 años, Dios permitió que Ciro el gobernante de Persia conquistara Babilonia. El rey Ciro animó a los líderes del pueblo de Judá a que regresaran a su tierra. Este profeta Zacarías fue entre los primeros que regresaron a Jerusalén y otros líderes, un buen número del pueblo llegaron a Jerusalén solo para encontrar que la ciudad estaba en ruinas. La ciudad tenía que ser reconstruida, el templo, las casas y murallas. Pero Dios no dejó que su pueblo luchara solo. Él estuvo con ellos, y por medio del profeta Zacarías les dio un mensaje y ese mensaje se aplica también a nosotros como pueblo que somos de Él.

DIOS NOS DICE QUE SIEMPRE ENFRENTAREMOS A UN ENEMIGO.

Hay un enemigo que siempre se opone. Nosotros no deseamos una vida difícil, queremos una navegación suave sin vientos de tormenta que nos golpee el rostro.

En la lectura (Zacarías 3:1), Satanás estaba a lado derecho del Sumo Sacerdote Josué, se dejó ver, le hizo acusaciones para desanimarlo. A veces hace eso con nosotros, nos pone pensamientos de fracaso, de miedo, nos quita la esperanza. No lo percibimos, pero ahí también estaba el Ángel del Señor para proteger a Josué, nosotros tenemos al Espíritu Santo y al Ángel del Señor para nuestra ayuda.

Continúa…

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