Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aun enojados, ni den cabida al diablo. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Carta a los Efesios 4:26,27, 31-32
La ira es un sentimiento de indignación, furia o venganza que puede ser pecado ante Dios en determinadas circunstancias por no saber manejarla o hacer un alto al desbordarse la emoción. La ira llega a ser pecado cuando se expresa de manera inapropiada o cuando está motivada por la venganza o se le permite que perdure por cierto tiempo provocando rencor hacia la persona o personas. La ira incontrolable perjudica tanto a la persona que lo siente como a quienes la rodean. El sabio Salomón dice en uno de sus proverbios: “El hombre iracundo provoca peleas; el hombre violento multiplica sus crímenes” (Proverbios 29:22).
Una de las lecciones más importantes que Jesús el Cristo nos enseña sobre la ira es que esta no es justificada. Él dio testimonio en su relación con la gente cuando estuvo en este mundo. Nunca se airó o enojó contra nadie, ni maldijo a los soldados que lo crucificaron, ni a los religiosos malvados y perversos que pidieron su muerte; por el contrario pidió a su Padre: “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cristo Jesús enfatiza que la ira no es justificada, pues la voluntad de Dios su Padre y la de El es: que debe ser una respuesta de perdón sincero y amor con toda compasión sincera (Evangelio de Mateo 5:21-26).
El consejo del apóstol Pablo es: si uno se enoja, debemos olvidar esa situación de molestia contra alguien antes que el sol se oculte, eso nos ayudará a ir a dormir sin estar enojados. Si no lo hacemos, no descansaremos adecuadamente y le daremos lugar al diablo que nos incitará a continuar planeando la venganza contra los que nos hicieron enojar. No debemos maldecirlos y en su momento otorgarles el perdón aunque no se lo merezcan, debemos hacerlo con sinceridad sin rencor. Olvidaremos la ofensa a pesar de todo pero tendremos paz. Cristo Jesús en su Espíritu le complacerá porque lo estaremos imitando y obedeciéndolo.
Lee Efesios 4:25-32