“Hijo mío, atiende la instrucción de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre, pues serán para ti un bello adorno: como un collar o una corona. Si los malos quieren engañarte, ¡no se los permitas, hijo mío! Ven y comparte tu suerte con nosotros, y comparte también nuestro fondo común (de la rapiña). ¡No vayas con ellos, hijo mío! Aléjate de sus malos caminos, pues tienen prisa por hacer lo malo; ¡tienen prisa por derramar sangre!”(Proverbios de Salomón 1.8-10,14-16)

El consejo que uno recibe de los padres o de otras personas que nos aman, o de orientadores calificados, es una orientación, un asesoramiento para tener nuevas directrices en una situación dada. O una nueva perspectiva del futuro con asentamiento de esperanza o contingencia que se prevén para el futuro.

En algunos casos es preventivo como lo que menciona Salomón, en otros casos la orientación o consejo después que se ha cometido algún desvarío, imprudencia o inoportuna decisión; en ese caso la orientación es un paliativo o una cura de la culpa.  La juventud se desorienta por falta de directrices adecuadas o por represión del carácter y de los impulsos del joven. A los jóvenes se les debe dar libertad de decisión, confiando por su cultura familiar que están maduros en sus pensamientos y en sus emociones para toma de decisión. Los padres cometemos el error de no enseñar a los jóvenes los valores prioritarios que de ellos emanan y saber cómo conducir sus emociones, de ahí la problemática de que un alto porcentaje de los jóvenes cometen tremendas aberraciones, tanto en sus emociones, como en sus decisiones escogiendo lo que no estaba en sus prioridades.

Regresa joven a la encrucijada y el errático camino te ayudará a corregir y proyectar tu vida y tus intereses en la perspectiva de Dios, que sí te comprende en la persona de Jesús el hombre perfecto, quien debe modelar para ti y para mí en toda circunstancia.

Yo también fui joven como tú y puedo comprenderte, mi mente y razonamiento e inteligencia espiritual continúan vigentes y puedo compartirte que la vida es sublime y maravillosa, si tan solamente imitas el modelo: Jesús el Hijo del Hombre. Síguelo. 

Lee Proverbios 1:8-16