A ti clamo, Señor roca mía; no te desentiendas de mí, porque si guardas silencio ya puedo contarme entre los muertos.

Salmo 28:1

El Rey David estaba siendo perseguido por su hijo Absalón, quien deseaba matarlo para quedarse con el trono y reinar sobre el país. David no deseaba la confrontación porque no deseaba que su hijo muriera (2 Samuel 15:1 al 18:33).

Este salmo lo escribe David el cual es una oración de clamor en medio de su angustia. Se lamenta de haber sido traicionado y ora en favor de su pueblo, ya que su reino ha sido desgarrado por la guerra civil. Este salmo se puede referir a cualquier situación en la cual la traición produce luchas y divisiones.

En este salmo se invierte el orden, de la alabanza que debe ser primero v. 6-9  y las peticiones después. v. 1-5.

Inicia con una petición de ayuda. La situación del Rey es desesperante, a menos que Dios responda rápidamente su oración será  semejante a los que mueren. Cuando él dice que extiende sus brazos, es un símbolo exterior de la elevación a Dios del corazón. Hacia el lugar santísimo del tabernáculo o templo, donde descansaba el arca de la alianza, simbolizaba la presencia de Dios en medio de su pueblo.

Dios es un Dios personal, escucha la oración de confianza de sus hijos y de su pueblo. Es cierto que el salmista ya ha tenido una relación estable con Dios pero su silencio le preocupa. Teme morir con el mismo juicio que vendrá sobre los malos. Teme que si Dios no le responde favorablemente pronto él caerá en los mismos errores de esos impíos.

Cuando nosotros oramos a Dios, nos impacientamos porque la respuesta se tarda en llegarnos, debemos reconocer que la respuesta de Dios a nuestros ruegos es lo que nos mantiene en el camino de la fe.

Continúa…

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