“Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”

Carta a los Filipenses 2:11

Esta carta escrita por el apóstol Pablo, es una obra magistral, es una carta encantadora, para muchos estudiosos y lectores lo es. La han llamado la Carta de las cosas excelentes — como efectivamente lo es. La han llamado también la Carta de la alegría, porque les pide: “Alégrense siempre en el Señor.” Insisto ¡Alégrense!, repite las palabras gozo y regocijo. A pesar de que Pablo estaba en la cárcel en Roma, anima a sus hermanos lectores de la iglesia de Filipos.

En este capítulo dos, los versículos 5 al 11 el comentarista William Barclay, afirma sin temor a equivocarse “que es el pasaje más importante y emocionante que Pablo escribió sobre Jesús.”

Consideremos el v. 11, cuando Jesús vino a este mundo lo hizo según el propósito de Dios, que la humanidad tuviera la oportunidad de ser redimida de su condición pecadora, redimir es pagar el rescate. Esto hizo Jesús con su propia vida, con su muerte en la cruz siendo inocente, justo y sin pecado lo hacía por la humanidad, así, con su muerte pagaba el rescate que Dios demandaba por el pecado. El propósito de Dios es que -toda lengua o los seres humanos confesaran que Jesús es el Mesías el Señor, para su propia gloria, porque Él planeó el rescate, la salvación de la humanidad, y darle una nueva oportunidad de vivir para Él y de que los seres humanos tuvieran una vida nueva, diferente y eterna al morir físicamente.

Si tú no has confesado delante de Dios que eres pecador y no te has arrepentido de tus pecados, es tiempo de hacerlo y confesar delante de Él, que crees en Cristo Jesús como tu Salvador y Señor, dando gracias a Dios como Padre por lo que Él hizo.

Lee Filipenses 2:5-11