Eva fue seducida por el diablo y pecó, Adán fue seducido por Eva y pecó, el miedo a Dios no era para menos, tenia que venir una consecuencia inmediata y también futura, recibieron el castigo: Primero tenían que abandonar el paraíso de inmediato, perdiendo la comunión con Dios.
Segundo, cuando todo estaba bien con Adán, Dios daba la provisión, el sustento, ahora Adán fuera del paraíso tenía que trabajar para alimentar a su familia y trabajar la tierra no era nada fácil porque no tenia herramientas. Tercero, otro resultado como castigo fue la muerte y esta pasó a toda la humanidad. Cuarto, otra consecuencia de la desobediencia, fue la enemistad del diablo con ellos y su descendencia, ni Jesús se escapó de sufrir los ataques constantes del diablo y sedujo a religiosos judíos y romanos para que lo mataran. Jesús venció al diablo con su muerte y resurrección.
Cada uno de nosotros ha experimentado los embates del maligno en diferentes formas, y cuando hemos sido seducidos, tenemos miedo a Dios porque consideramos que no escaparemos al castigo aunque seamos perdonados. Caín el primogénito hijo de Adán y Eva tuvo miedo a Dios después que hubo asesinado a su hermano Abel. Trató de negar su crimen y de justificarse, a veces también nosotros tenemos esa actitud de Caín de negar lo malo que hemos hecho o justificarnos, pero no es posible escondernos de la presencia de Dios. Cuando Dios le declaró a Caín su castigo, dijo: “que era demasiado severo, Dios lo condenó a una incesante vida errante (Génesis 4:12), esta fue su maldición, ser eliminado de la presencia de Dios (4:14). Pero Caín desafió ese castigo viviendo en una ciudad en tierra de Nod (16). La maldición de Dios sobre Caín y su descendencia fue verdadera y la maldición nadie la puede quitar. La vida sin Dios es peligrosa porque carece el individuo de protección.
—Miedo de mirar a Dios, —la tuvo el errante Moisés en el Monte Horeb, cuando vio una zarza, arbusto que ardía pero no se apagaba, leemos en Éxodo 3:4-10 (6) “Cuando el Señor vio que Moises se acercaba a mirar, le habló desde de la zarza: … Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo -miedo- de mirar a Dios.
En el Monte Sinaí, Éxodo capítulos 19–20; 33:12-22 se manifestó la gloria de Dios de una manera sorprendente, si Moisés veía a Dios, moriría en un instante. Así como su hermano Aaron, los ancianos y el pueblo tenían asombro, miedo, reconociendo el gran poder y majestad de Dios, aún estando ellos de lejos (19:16).
Continúa…
Lee Génesis 4:1-16