El salmista Asaf declara: “Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:26).

En otro aspecto, el diagnóstico que nos da el médico de nuestra salud no es nada bueno, los resultados del laboratorio cuyos análisis nos hicieron son pésimos de tal manera que afectan nuestro estado de ánimo, estamos inciertos en lo que continuará afectando aún más nuestro cuerpo. Cuán desalentador es ante los problemas que esos asuntos no nos salieron como nosotros deseamos, nos enojamos con otros, con nosotros mismos y con Dios.

El duelo va más allá del enojo, la tristeza, y de las lágrimas, puede llevar al agotamiento mental, físico, emocional y afectará también nuestra vida espiritual. Es tan difícil la situación que no se puede superar estando solos. Lo más conveniente es aceptar la invitación de Jesús El Salvador: “Vengan a mi todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (Evangelio de Mateo 11:28-30).

Nuestro dolor o duelo es normal pero puede tener un propósito . . .

Lee Mateo 11:25-30