“Me he apegado a tus testimonios; oh Jehová, no me avergüences. Por el camino de Tus mandamientos correré.”    Salmo 119:32-32.

Muchas personas hacen resoluciones el día de Año Nuevo, prometiéndose a sí mismas (y algunas veces, prometiéndole a Dios) que ese próximo año en sus vidas será diferente. Tomamos la determinación de que vamos a cambiar hábitos y que vamos a desarrollar nuevos patrones de comportamiento.

Resoluciones como éstas son muy dignas de elogios y a menudo pueden servir como un estímulo para el crecimiento espiritual. Pero no siempre es así. Algunas veces llevamos a cabo nuestras resoluciones tan solo por un tiempo y muy pronto las olvidamos.

Samuel Johnson, un cristiano profundamente comprometido que vivió en el siglo 18, con frecuencia escribía resoluciones en sus diarios. He aquí una anotación típica: “No he corregido hábito externo alguno, ni he mantenido ninguna de las resoluciones que hice a comienzos de año, pero todavía espero ser reformado, y no desperdiciar mi vida entera en propósitos vanos”.

Es bueno dedicarse de vez en cuando a un auto- examen. Debemos hacer frente a los cambios que se tienen que hacer y luego hacer planes en cuanto a cómo los vamos a implementar. Por ejemplo, si nos damos cuenta que nuestros hábitos para nuestro devocional son débiles e inconstantes, determinemos pasar algún tiempo a diario en una comunión centrada con Dios. Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude en esta práctica constante a lo largo de cada uno de los días que tenemos por delante.

Hoy es un bien día para comenzar.

Salmo 119:25:32