CONCLUSIÓN

La ira, el enojo y la indignación son básicos a la proclamación bíblica de Dios en oposición al pecado. Mientras que su amor es espontáneo de su propio ser, su ira es producida por la maldad de sus creaturas. De manera que es la ofensa a este amor misericordioso, el rechazo a su misericordia lo que motiva a su ira santa (Iasías 28:21). Dios no evade la responsabilidad de ejecutar el juicio. Él demuestra su enojo a veces en la forma más personal posible. “Yo el Señor (Yehova) soy el que castigo (Ezequiel 7:8).

En el Nuevo Testamento la ira es descrita en forma específica como la ira de Dios (Juan. 3:36; Romanos 1:18; 9:22; Efesios 5:6; Colosenses 3:6; Apocalipsis 19:15; 11:18; 14:10; 16:19).  En el cuadro bíblico completo de la ira de Dios no es una emoción o un estado de ánimo de enojo sino la firme oposición de su santidad al pecado. Por consiguiente, la ira de Dios es vista en sus efectos, en el castigo al pecado por parte de Dios en esta vida y después de la muerte. Estas penas incluyen pestilencias, plagas, muerte, destrucción y naciones malas, endurecimiento de corazones y mentes, la exterminación de pueblos y gobernantes. Estos son parte de la vida para estar en las descripciones de Jesús sobre el castigo final sobre el infierno de fuego, donde el gusano de ellos no muere y fuego nunca se apaga.

El día final de la ira es el juicio final de Dios contra el pecado, su condenación irrevocable contra el diablo, el anti cristo, el falso profeta y los pecadores no arrepentidos. Nuestro deber como cristianos es vivir en Cristo, con buen testimonio, practicar su palabra, ser fiel y obedientes a Dios, siendo perseverantes en la fe, sirviendo al Señor y compartiendo de su amor. Observemos lo que pasa en el mundo y en este país, intercedamos por los que sufren y cuidémonos del mal y del maligno.

Lee Romanos 9:22-24, Apocalipsis 19:11-16