“Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra”

Salmo 119:67 (NVI)

Esta expresión del salmista muestra que Dios envía aflicción para ayudarnos a reconocer nuestra desobediencia, por apartarnos de Él, o por pecar y no arrepentirnos. También  envía la aflicción para  regresar a su palabra, la cual nos exhortará a volver a tomar su camino. Otras veces son nuestras circunstancias que nos dan reveses, otras muy difíciles son enviadas por el enemigo de Dios y de nosotros. ¿Hay  respuestas  sobre este asunto? Si, les comparto las siguientes que serán beneficiosas cuando experimentemos el sufrimiento en cualquier forma que nos llegue.

LA AFLICCIÓN TERMINA CON LA VANIDAD DE LA VIDA Y NOS HACE MÁS RESPONSABLES. Una persona frívola, le es fácil hacer el mal o pecar. Se dice de una persona frívola que es inconsecuente, vacía,  mundana, superficial. La aflicción o el sufrimiento termina con eso y nos hace ser más formales, mesurados, y responsables. De manera que nuestra mente esté más acorde con la seriedad de nuestra relación con Dios y con su palabra. La debemos vivir, y la aplicamos en todas nuestras acciones y relaciones humanas.

LA AFLICCIÓN DERRIBA EL ELEMENTO MUNDANO QUE ESTA DEBAJO DE NOSOTROS Y NOS OBLIGA A CONFIAR EN DIOS. Lo que nos trae a una mayor sintonía con el propósito de la palabra de Dios. Dios desde el principio se reveló por medio de su palabra dado a hombres inspirados por el Espíritu Santo su deseo fue que esta palabra nos guiara, nos advirtiera, nos enseñara y nos formara para ser mejores personas. Nos ha dado mandamientos para mejorar como individuos, familia, ciudadanos y como comunidad, consejos para tener una salud óptima física y emocional y larga vida. Ese elemento mundano, terrenal,  carnal que todos tenemos. Al proponernos a ser mejores se nos promete la ayuda del Espíritu de Cristo y podemos lograrlo.

Continúa…

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