Juan el apóstol y los demás seguidores de Jesús, salieron de Betania, él lo narra de la siguiente manera: “Al día siguiente muchos de los que habían ido a la fiesta se enteraron de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo, gritando en voz en cuello: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el Rey de Israel!”

El profeta Zacarías había profetizado esta entrada triunfal del rey de Sión, cuando declara bajo la inspiración del Espíritu Santo “¡Alégrate mucho, hija de Sion! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna… Proclamará paz a las naciones. Su dominio se extenderá de mar a mar, ¡desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra!” (9:9, 10)

Los evangelios confirman el cumplimiento profético, en esa entrada de Jesús de Nazaret a la populosa capital y atractiva ciudad de Jerusalén, la cual estaba bajo la ocupación romana. No entró como un general, caudillo o líder político como era el pensamiento de los ciudadanos, que era el concepto tergiversado de las generaciones pasadas en los siglos de silencio por parte de Dios. Jesús entra a la ciudad tal como el profeta lo describe, como Rey, Justo, Salvador y Humilde.

1.) Poncio Pilatos cuando lo mandó a crucificar puso sobre la cruz un letrero, que decía: “JESÚS DE NAZARET REY DE LOS JUDIOS”, escritura profética, porque el descendiente del Rey David continuaría su reinado eternamente y regresará para establecer su reino milenial.

 2.) Jesús fue justo con todos los seres humanos que lo conocieron. La Palabra dice, que su justicia permanece para siempre. Él es nuestra justicia delante del Padre Dios.

 3.) Fue humilde, en sus relaciones humanas, por eso sus enemigos se ensañaron con Él. Lo demostró lavando los pies de sus discípulos.

4.) Salvador. Con su muerte salva a todo ser humano que acude a Él, aún en el lecho de la muerte como sucedió con el ladrón arrepentido que colgaba también de una cruz.

Jesucristo entró a la ciudad como un victorioso, venció al pecado y al diablo en la cruz y resucitó teniendo la victoria sobre la muerte. En su retorno a este planeta, será victorioso porque sujetará a sus enemigos bajo sus pies. Siempre debemos honrarlo, recordarlo y amarlo como nuestro Salvador y Rey. Amén.

Lee Juan 12:12-16