En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato le había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: ¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan.

Evangelio de Lucas 13:1-3

Los galileos eran hombres muy aguerridos, rebeldes y revolucionarios, Jesús los conocía porque vivió desde niño hasta los 30 años de edad en Nazaret que era la ciudad más grande en número de habitantes que las demás poblaciones. Hasta hoy en día es una gran ciudad, por cierto muy turística.

Pilato aprovechó la ocasión y envió al Templo de Jerusalén sus soldados para matar a estos galileos porque los romanos les temían, es por eso que también vigilaban a Jesús de Nazaret y los del Consejo Supremo del judaísmo cuando juzgaron a Jesús lo entregaron a los romanos para que lo ejecutaran. La esposa de Poncio Pilato por sueños le fue revelado quién era Jesús y le pidió a su esposo que lo dejara libre, pero Pilato le tuvo miedo a los judíos y los satisfizo crucificándolo.

Jesús cuando recibió la información de que Pilato había enviado a matar a los galileos que discretamente habían llegado a la ciudad para adorar y ofrecer sacrificio por sus pecados; les dice a los judíos presentes, ¿ustedes creen que ellos eran más pecadores que todos los demás? Si ustedes no se arrepienten de sus pecados, morirán igualmente. Jesús estaba refiriéndose a la muerte espiritual.

Todo ser humano tiene que reconocer que es pecador, es decir, ha desobedecido a Dios en el cumplimiento de su palabra, de sus mandamientos, de vivir injustamente, de vivir sin temor a Él, perdidamente afectando también a otros por su egoísmo, envidia y soberbia. Tales personas están muertos espiritualmente a menos que se arrepientan ante Dios, por medio de Jesucristo serán perdonados y si no se arrepienten serán condenados al morir físicamente.

Lee Lucas 13:1-5, Juan 3:16-18