“Yo amo al Señor porque El escucha mi voz suplicante. Por cuanto El inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida. Los lazos de la muerte me enredaron; me sorprendió la angustia del sepulcro, y caí en la ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al Señor: ¡Te ruego, Señor, que me salves la vida! El Señor es compasivo y justo; nuestro Dios es todo ternura. El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y El me salvó”.

Salmo 116:1-6

Este es un salmo de una persona anónima, es un salmo de inmensa gratitud por la experiencia muy difícil que el salmista ha enfrentado. Lo que llama la atención es su profunda dependencia en el Dios de la vida, expresa su testimonio de su amor por el Señor; tiene sus razones, Dios lo ha escuchado en diferentes ocasiones, con énfasis dice que: “El inclina su oído”, para recibir su oración y súplica, por lo que no escatima tiempo, ni ocasión para invocarlo en toda su vida. El hombre estaba muy enfermo, eso le provocó terrible angustia, aflicción y mucha ansiedad. En esa situación tan difícil rogó que Dios lo salvara de morir. Manifiesta que Dios es “justo, compasivo y tierno”.

La enfermedad es enemiga del ser humano, no se escapa nadie, lo mismo un recién nacido, niño, joven, adulto, hombre o mujer; lo mismo le sucede a la gente buena o mala, santos o pecadores. La enfermedad es para todos como consecuencia del pecado desde el principio de la creación. La desobediencia de nuestros primeros padres Adán y Eva trajeron esta maldición a toda la humanidad. Un día en el futuro tu y yo experimentaremos una enfermedad de muerte, ¿qué haremos?, posiblemente buscar una solución, mejor depender e invocar al Dios de la vida, en el Señor de la creación, porque Él todo lo puede.

El escritor del salmo es un ejemplo para nosotros, buscar al Señor en todo tiempo, buscarlo oportunamente, para aprender a depender sólo de Él hasta que Él nos llame a su presencia. Mientras tanto seamos agradecidos, démosle gracias todos los días por nuestra existencia y por todos los recursos que Él nos da.

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