La paz de Cristo que nos ofrece y que algunos hemos obtenido es algo independiente de las circunstancias externas. Uno puede vivir en medio del lujo y las comodidades en lo mejor de la tierra, puede poseer la mejor de las mansiones o casas y la mayor cuenta bancaria y sin embargo carecer de paz, de esa paz de Cristo. Las vidas en conflictos, pretenden ser cristianos, pero no lo son, les falta esa paz del Señor.
Por otra parte, uno puede desfallecer en una prisión por causa de Cristo como era el caso del apóstol Pablo, morir o expuestos en la picota o vivir una vida carente de toda comodidad y sin embargo disfrutar de una paz perfecta. ¿Qué explicación tiene esto? La explicación es que hay una sola fuente de paz en todo el mundo: el cumplimiento de la voluntad de Dios.
Sabemos perfectamente que cuando hacemos algo que sabemos no deberíamos hacer o cuando omitimos algo que sabemos que tendríamos que hacer, queda siempre en nuestra conciencia un fondo de intranquilidad e inquietud persistentes, y también sabemos muy bien que, si estamos haciendo algo muy difícil, aunque estemos haciendo algo que no es de nuestro agrado si sabemos que es lo que corresponde hacer, hay en nuestros corazones cierto contentamiento. En la voluntad de Dios está nuestra paz. Es la única voluntad en esta tierra.
Lee Efesios 1:15-23