Jesús siempre reconoció que su Padre fue el que lo envió a este mundo; José era el esposo de María su madre y quien adoptó a Jesús. El dice respecto al Padre celestial: “Mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta sino en unión con el Padre que me envió,…él da testimonio de mi,…él está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada” (Evangelio de Juan 8:15-29.

Dios es un Padre perfecto y fue Jesús quien lo dio a conocer, como Padre manifiesta:

Su cuidado por nosotros, por nuestro bienestar, por nuestra salud física, emocional, mental y espiritual.

Es un padre cariñoso, amante, generoso, protector. En su perfección todo lo puede, le agrada que acudamos a Él para tener comunión, para conocer su voluntad, para consolarnos, para oír de nosotros nuestras inquietudes, molestias, quejas, dudas, penurias y otros asuntos que como seres humanos experimentamos y los cuales nos afectan.

Es por eso, que Jesús nos enseñó a orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo”,… respecto a nuestra necesidad material a decirle: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”… sobre nuestra vida espiritual, arrepentimiento y confesión: “Perdónanos nuestros pecados”… a restaurar las relaciones: “así como nosotros perdonamos a nuestros ofensores” … a evitar decaer en la fe, a ofenderle y afectar a otros: “no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del maligno” (Evangelio de Mateo 6:9-12).

Recomienda hacer este tipo de oración en lo privado: …”entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (Mateo 6:6).

Maravilloso Padre tenemos gracias a Jesucristo porque por medio de Él, a su sacrificio redentor fuimos adoptados como hijos. Si aún Dios no es tu Padre, acude a Cristo, recíbelo como tu Salvador y Señor y Él será tu mediador para que seas hijo de Dios. No demores tu decisión. ¡Hazlo ya!

Lee Juan 8:15-29