Porque Cristo es nuestra paz; de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz. Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu.

A los Efesios 2:14

La humanidad necesitaba un Salvador que la liberara de la esclavitud del pecado y de todas sus angustias. Para eso, era necesario que Dios en persona viniera a este mundo para dar libertad a los oprimidos, y lo hizo por medio de Jesús, el Mesías Salvador. Nació como judío, en tierra de judíos para salvar primeramente a ellos, porque estaban cerca dice el apóstol Pablo; lo maravilloso es que Jesucristo incluyo también a los gentiles (otras razas) que estaban lejos de la relación y comunión con Dios. Cristo se propuso hacer un solo pueblo, redimido por su sacrificio, esto es una “una nueva humanidad”.

Al principio del ministerio terrenal de Jesús hubo judíos convertidos a Él como discípulos, aunque la inmensa mayoría lo rechazó como Mesías porque no llenaba sus expectativas mesiánicas, aun así, se inició la fusión de ambos pueblos a lo largo de la historia de la Iglesia cristiana y en el futuro en la gran tribulación millones de judíos se convertirán a Jesucristo aceptándolo como el Mesías prometido a Israel que sus antepasados rechazaron. Jesucristo predicó, enseñó no solo a judíos, sino a gentiles samaritanos, gadarenos, siro fenicios, griegos y otras razas más. El evangelio de Jesucristo cruzó fronteras de países gentiles desde el primer siglo hasta nuestro tiempo; así se cumple lo que el apóstol Pablo expresa.

Tenemos un Salvador y Señor él es nuestra paz. Es justo y excelente lo que Dios ha hecho, somos parte de su familia y de su pueblo escogido, somos una nueva humanidad.

Lee Efesios 2:14-19