“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ~ ansiedad, ~ porque él cuida de ustedes”

1 Pedro 5:6-7

Ansiedad: miedo, inseguridad, malestar, preocupación, sensación de temor flotante, insomnio frecuente y persistente distracción. Estos son los síntomas de este mal. Resulta de una enfermedad física, economía escasa, divorcio, problemas familiares o de pareja, adicciones, pérdida de trabajo, deudas, etc.

La ansiedad no es pecado, hay cuatro causas principales que la provoca:

  1. El cambio, en sus diferentes experiencias que nos presenta la vida.
  2. El ritmo de vida. Los cambios en el mundo, en el país, en nuestra ciudad, la modernidad, y en el individuo. Hay tensiones por doquier que provocan inseguridad, estrés e inestabilidad.
  3. Los desafíos personales para lograr aquello que me es necesario o indispensable para la propia realización. Hay demasiada presión, cansancio físico y mental.
  4. El envejecimiento, esto puede afectar a partir de los 50 años. Hay inseguridad sobre el futuro.

Los seguidores de Jesucristo, llamados cristianos, no estamos exentos de sufrir ansiedad. Se pierde el gozo, la paz, se duda de la salvación espiritual, se piensa en la ausencia de Dios, nos sentimos culpables, dudamos del amor y del interés de los demás.

¿Tiene Dios en su palabra una respuesta o solución para la ansiedad?

  • Primeramente en Jesucristo, Él sufrió también de ansiedad por la incomprensión, desprecio, odio, sufrimiento físico, abandono de sus amigos, traición y muerte. Pero Él superó toda adversidad y salió victorioso ante la ansiedad por eso podemos descansar en Él llevando nuestra enfermedad.
  • También podemos recibir fortaleza del Espíritu Santo, nuestro consuelo y apoyo en toda circunstancia, Él es un buen amigo donde podemos descargar toda nuestra ansiedad y aflicciones, dolor y sufrimiento.
  • La palabra de Dios es también otro de los medios en los que podemos descansar y recibir el oportuno socorro. El apóstol Pedro nos aconseja en su primera carta capítulo 5 versículos del 6 al 11. También lee los salmos, ahí encuentras ayuda, por ejemplo, Salmos 23, 25, 27, 9.
  • La oración, como ruego es una excelente terapia. Derrama tu alma en el Señor, llora, confiesa, pide por fortaleza en tu fe y en sus propósitos para ti y dale gracias.

El salmista David expresa: “Que el Señor te responda cuando estés angustiado; que el nombre del Dios de Jacob te proteja” -Salmo 20:1,2.

Es también mi deseo. 

Lee 1 Pedro 5:6-11