“Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu Monte Santo, que me lleven al lugar donde tú habitas. Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa”
Salmo 43:3-4
En ciertos días o temporadas del año, nos atrae tener una experiencia de renovación mental, emocional y espiritual por circunstancias adversas o porque nos sentimos cansados de todo nuestro ser. Hemos planeado con cuidado lo que deseamos hacer, tenemos esperanza de lograrlo, pero a veces nos cuesta y nos vamos desanimando conforme avanza el tiempo, nos molesta ser tan frágiles, y es ahí, cuando deseamos ser renovados, buscando en Dios el elemento curativo para sobrellevar nuestros asuntos y cerrar heridas que hemos experimentado, incluyendo la frustración y el cansancio que tenemos.
El salmista David en el Salmo 43 primeramente, pide en oración que se le haga justicia y pide protección de la gente que procura hacerle mal (v. 1).
Siente el rechazo de Dios o lo pregunta, aunque lo reconoce como su Dios y su fortaleza (v. 2a).
Experimenta opresión, intranquilidad, tristeza por el luto que le produce el enemigo (v. 2b).
Sus peticiones son específicas, pide: iluminación para un encuentro con su Dios. Veracidad de que, si será posible tener esta experiencia en el templo del Señor, hasta su altar (v. 3).
Cree que experimentará la alegría de Dios, porque Él es su deleite. Lo alabará con su instrumento favorito, el arpa (v. 4).
Concluye con preguntas para sí mismo y con una declaración de fe: “En Dios pondré mi esperanza y todavía, lo alabaré. Él es mi Salvador y mi Dios”.
Como el salmista hagamos lo propio ante las inquietudes de nuestra alma, y de nuestra mente. En nuestra vida espiritual debemos dar el paso de fe buscando a Dios, para que cumpla sus promesas, para que se hagan realidad en los días por venir; que venga en nuestra ayuda para salir victoriosos ante lo que estamos experimentando, que renueve nuestra fe y nuestra dependencia en Él, que nos ilumine, nos muestre su verdad y al final del túnel de la desesperación lo alabaremos, le cantaremos y le daremos gracias, porque nos ha devuelto el gozo de nuestra salvación.
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