“Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quien van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del rio Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al SEÑOR.”
Josué 24:15
Cuán importante es la unidad familiar en todos los asuntos de la vida, pero lo es más en la vida espiritual, la unión de padres e hijos para servir al Señor, porque servirle es adorarlo.
Adoramos a Dios como familia cuando nos amamos, nos respetamos, nos apoyamos el uno al otro en tiempos difíciles, en la enfermedad, como en los problemas que enfrentamos, en la confusión que nos presenta la vida, en el infortunio y más aún en la pérdida de un ser amado.
Adoramos a Dios cuando nos preocupamos por cada uno de los miembros de nuestro hogar en los asuntos de fe y de comunión con el Señor, cuando oramos juntos o intercedemos el uno por el otro, por protección o por el trabajo de uno y los estudios del otro. Por la armonía de los padres y por su éxito.
Adoramos a Dios como familia cuando servimos en la iglesia local en algún ministerio según nuestros dones y talentos. Cuando ofrecemos nuestra casa para un grupo pequeño de estudio bíblico y oración.
Adoramos a Dios cuando compartimos el evangelio con otras personas conocidas y familiares que viven sin Cristo y su salvación espiritual. También cuando ayudamos a personas en necesidad material por ser pobres o de escasos recursos. Apoyamos en el área emocional con nuestros consejos y oración en favor de otros cristianos, o de amigos y conocidos.
Como el líder Josué del pueblo de Israel debemos decir: “Yo y mi familia serviremos al Señor”.
Lee Josué 24:14-18