No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias.

Carta del Apóstol Pablo a los Filipenses 4:6

A todo ser humano durante el tiempo avance, se nos presentarán situaciones que algunas veces son alarmantes y nos provocan inquietud, depresión o desesperación porque no encontramos la solución.

El apóstol Pablo escribiendo a sus amigos y hermanos en la fe de Jesucristo, quienes vivían en la ciudad de Filipos, estaban experimentando persecución por su fe en su Señor y Salvador Jesús, el consejo del apóstol es, “no se inquieten por nada”. Ciertamente, ante la persecución, o la adversidad, enfermedad difícil nos inquietamos, lo cual es natural porque somos personas sensibles ante el dolor, el sufrimiento o el escarnio, nuestra fe puede flaquear; así algunos cristianos piensan que Dios no se interesa o se ha olvidado de responder a sus oraciones. Algo que  tenemos que hacer es, reforzar las oraciones a nuestro Padre y Señor, de ser posible con ayuno. Dios, quien tiene el control de todo y de todos, debemos presentarle nuestras peticiones con ruego, es decir, una y otra vez cada día hasta que recibamos la respuesta a nuestras oraciones. El siempre responde, no en nuestro tiempo sino en el de Él, porque en todo hay un propósito y el Espíritu Santo nos ayudará a descubrirlo. No desesperarse sino con tranquilidad y paciencia esperemos la respuesta. Cuando la recibamos, el apóstol Pablo nos recomienda que debemos acudir a Dios con gratitud y alabarlo por su gran misericordia.

Seamos agradecidos en todo, en las bendiciones de cada día. Dependamos del Señor Jesucristo en todo tiempo.

Lee Filipenses 4:4-7