Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí. No escondo tu justicia en mi corazón, sino que proclamó tu fidelidad y tu salvación. No oculto en la gran congregación tu gran amor y tu verdad.

Salmo 40:8-10

En su vida, Jesucristo cumplió la misión de Dios. Pudo decir. “Todo está cumplido”. Sin embargo, en otro aspecto no está terminada la misión. Su obra de expiación (sacrificio) está terminada, pero nuestra obra hasta hoy está sin terminar, tarea inconclusa: la obra de proclamar a nuestra generación la salvación de todos los seres humanos mediante ese sacrificio de Jesucristo. La misión de Dios aún no está cumplida, porque El “no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

EL PLAN MAESTRO DE JESÚS PARA LA PREPARACIÓN DE DISCÍPULOS

A primera vista podría parecer que Jesús no tenía planes y métodos claros, meditados, a fin de preparar a los hombres para la evangelización. Pero toda persona tiene planes y métodos para alcanzar sus metas. Pueden ser formulados conscientemente o heredados o inconscientemente. Pueden ser eficaces o ineficaces, pero son principios rectores que gobiernan sus decisiones y movimientos. 

En el Nuevo Testamento documentos que atestiguan de primera mano su plan. Este era asombrosamente simple, tan simple que nuestros ojos sofisticados no lo perciben. O tal vez nos confunda pues no concuerda con nuestra vida y hábitos comunes, que si lo siguiéramos conscientemente nuestra vida y obras serían revolucionados. 

El plan de Jesús no eran llamar a las multitudes que continuamente le pisaban los talones. Siempre los recibía expresándoles su compasión. Pero sabía que no le era posible seguir cuidadosamente a cada una de esas personas. 

Su plan fue escoger a unos cuantos hombres Con quienes “compartió su espíritu hasta que ellos captaron su visión”. Escogió doce hombres a quienes preparó de tal manera que en menos de tres años pudo entregarles su obra. Ellos fueron el comienzo de un liderazgo consagrado para alcanzar a las multitudes 

Su plan era forjar discípulos que fueran formadores de discípulos. Un discipulado multiplicador.

JESUS EL FORJADOR DE DISCÍPULOS 

Al entender a los maestros chinos, griegos y a los gurús de la India, aumenta nuestra comprensión y valoración de Jesús como Maestro y FORJADOR de discípulos. Jesucristo es el Supremo Maestro. Nadie lo iguala. Se dio a sí mismo sin reservas a aquellos que quisieron aprender de Él.

Jesús no hizo simples convertidos, forjaba discípulos que, a su vez, ganaban a otros y forjaban otros discípulos. Una generación después, el más famoso de ellos podía decirle a un joven forjador de discípulos llamado Timoteo, en el espíritu y con la visión del gran Maestro:

“Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encárgalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros”.

2 Timoteo 2:2

Lee 2 Timoteo 2:2-10