Resolución siete:

Un Corazón Con Esperanza.

“Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!” —Salmo 39:7. “Tú, soberano Señor, has sido mi esperanza; en ti he confiado desde mi juventud” —Salmo 71:5.

La esperanza es la expectativa confiada y el anhelo de recibir las bendiciones que Dios ha prometido a los que lo aman, a los justos en Cristo Jesús, los cuales confían en él. El salmista David enfatiza que él puso su esperanza en Dios ante los múltiples problemas que tenía, con enemigos de otros países, sus hijos en conflicto, enemigos internos, su enfermedad. El hombre que escribe el salmo 71 dice que su esperanza ha sido Dios como soberano desde su juventud, a temprana edad confió en el Señor que podía suplir todas sus necesidades.

En la Biblia se habla con frecuencia de la esperanza, como la espera anhelada de la vida eterna que la mayoría de los seres humano desean tener después de morir físicamente. Solo los creyentes en Cristo Jesús tienen esta seguridad porque han puesto su fe y esperanza en él. Tener estas virtudes en nuestra vida interior es reconocer que Dios está dentro de nosotros y que siempre nos protegerá y enseñará sin importar las circunstancias y los asuntos con que tenemos que lidiar frecuentemente. Esa esperanza nos inspira a ser mejores en la administración de nuestra vida total.  Nos dará fuerzas y voluntad para ser cada vez mejores en todo; para dar el honor, la gloria y la gratitud a Dios, lo cual se merece.

No estamos solos para vivir a nuestra suerte la cual no existe, o para vivir solamente por nuestros instintos. Debemos vivir por fe: “ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. . . Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (Apóstol Pablo). Tengamos esperanza.

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