Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entro en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que Él decía… “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!”

Lucas 10:38-40

Jesús al iniciar su ministerio en la región de Judea y en otras áreas habiendo dejado por algún tiempo la región de Galilea, Había una aldea llamada Betania muy cerca de Jerusalén a unos pocos kilómetros. En este lugar vivía una familia que habían creído en Él como el Mesías esperado y se convirtieron en sus seguidores, sus nombres de ellos eran Lázaro hermano mayor, María y Marta, nos dice el escritor Lucas. Ni Mateo, ni Juan informan, si los padres de ellos Vivian o ya habían muerto, posiblemente fue esto último. Lo interesante es que esta familia era hospitalaria con Jesús y sus discípulos, cuando iba a Jerusalén o a otros lugares cercanos regresaban a este hogar. La última semana sobre la tierra de Jesús se quedó en Betania, mientras estaba en esta casa enseñaba los asuntos del reino de los cielos, de la vida de fe y de asuntos relevantes del futuro, así que era un centro de predicación, o una célula bíblica. Cuando fue el funeral de Lázaro hermano de estas mujeres, llegaron muchas personas para dar el pésame a ellas. Al hacer el milagro Jesús, de resucitarlo de entre los muertos, muchos creyeron y alabaron a Dios por tal suceso.

Tú tienes un hogar, una familia, así como yo la tengo; es conveniente que participemos como familia en bien de otras familias para que conozcan en experiencia propia la obra de Jesucristo en sus vidas como familia. Tu familia debe participar en la obra de Dios por medio de tu iglesia. En muchas familias sus miembros sirven al Señor, eso es muy noble y loable.

Como el líder Josué sucesor de Moisés; digamos: “Mi familia y yo serviremos al Señor”. Y lo hicieron por largos años. Hagamos lo propio. con oración y buena disposición. Estoy orando por cada familia para que reciban las bendiciones de Dios.

Lee el relato Lucas 10:38-42