2- A Jesús le pertenece el imperio prometido.

Los escritores del Nuevo Testamento nunca tuvieron duda sobre el triunfo final de Jesús. Conocieron el lugar donde nació, donde vivió, su relación de hijo con María y con sus hermanos. La gente de Nazaret donde vivió lo conocían, era un hombre de oficio carpintero, galileo, crucificado como revolucionario y criminal según los fariseos y sacerdotes del templo y la decisión de los romanos. Los mismos discípulos sufrieron una persecución salvaje y estos discípulos eran de la más humilde procedencia, pero jamás dudaron del triunfo final de su Maestro. Vivían la certeza del amor de Dios, tenía el respaldo de su poder y que al final, los reinos de este mundo serían del Señor y de su Cristo. En esto también nosotros debemos confiar. 

3- A Jesús pertenece la acción creadora.

La iglesia del Nuevo Testamento tenía un gran pensamiento. Sostenía que el Hijo había sido el agente e instrumento de Dios en la creación; que en los orígenes Dios, de alguna manera, había creado el mundo mediante su Hijo, y él sería quien recrearía este mundo físico y sería quien redimiría al pueblo de Israel y a la humanidad.

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