“Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.”

Solo somos capaces de esforzarnos para lograr la rendición total en nuestra vida mediante el maravilloso regalo de Dios de la gracia. Eso no significa que le entreguemos a Él nuestra vida por cierta obligación o deuda a cambio de la redención; ni tampoco significa que renunciamos al control porque El nos ha subyugado. Más bien nos rendimos totalmente a Dios por total desesperación y la comprensión de la necesidad que tenemos de un Salvador.

Los primeros once capítulos de la carta del apóstol Pablo a los romanos detallan nuestra necesidad de misericordia y la benévola provisión de misericordia de Dios mediante Jesús. Luego cuando comienza el capítulo 12, el escribe: “Tomando en cuanta la misericordia de Dios…”. Una vez que consideramos este concepto de la misericordia divina, solo nos queda una respuesta obvia de rendición total a la voluntad de Dios.

El debería capturar nuestros corazones para el presente y para siempre de tal modo que seamos impulsados a entregarle nuestra vida… por amor y no por obligación, para adoración y no por obras.

El Señor Jesús practicó la rendición total diariamente. El nos invita a adoptar este mismo estilo de vida con su uso del lenguaje “inclusivo” en los Evangelios. 

El cristiano cuya vida está continuamente rendida a Dios en sacrificio y servicio no solo será un testimonio vivo, sino también alguien que cambia el mundo.

Rendirnos totalmente, sometiéndonos a la autoridad de Cristo y dedicando nuestra vida a su servicio, nos llevará a la compañía de algunos de los más grandes seres humanos que han caminado jamás en el planeta: Los héroes de nuestra Fe. (Hebreos 11:1 – 12:3).

Lee Romanos 12:1-2 Hebreos 12:1-3