Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. —¿Cuánto me dan, y yo les entrego a Jesús? —les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo.

Evangelio de Mateo 26:14-16

Jesús de Nazaret al iniciar su ministerio como predicador itinerante, hacedor de milagros y sanidades en las regiones de Galilea, Samaria y Judea, llamó o invitó a doce hombres para que fueran sus discípulos, anduvieran con él y les enseñaría los asuntos del reino de Dios, identificandose Jesús con ellos como Hijo de Dios y como el Mesías prometido a los judíos desde la antigüedad. Los discípulos eran los siguientes: Simón Pedro, Andrés, Jacobo, Juan, Mateo, Felipe, Bartolomé, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Judas Tadeo, Simón y Judas Iscariote.

Nuestro personaje en esta reflexión es Judas Iscariote, llamado por Jesús a su grupo selecto. Judas: apóstol, predicador, obrador de milagros y administrador del dinero que otras personas le entregaban a Jesús para los gastos de su ministerio, era ladrón porque sustraía de ese dinero para su conveniencia. Fue un individuo que durante más de tres años de ministerio de Jesús escuchó sus mensajes, sus enseñanzas y disfrutó del compañerismo del Hijo de Dios, pero Judas nunca creyó en él como el Mesías, consideraba que si era el Mesías establecería su reino en la tierra en su presente y lograría organizar a los judíos para pelear contra los romanos hasta expulsarlos del territorio judío, era un nacionalista, revolucionario como había muchos otros. Aunque era uno de los doce apóstoles traicionó a su Maestro posiblemente decepcionado o para ponerlo a prueba para defenderse y comenzar una revuelta. Nunca experimentó la salvación que Jesús ofrecía en sus mensajes y de manera personal con el grupo al cual se las ofreció, pero Judas no lo hizo. Al ver su fracaso con Jesús, fue y devolvió las treinta monedas de plata que le dieron por su traición en un acto de remordimiento, pero no buscó a Jesús posteriormente para pedir perdón como lo hizo Simón Pedro quien lo había negado tres veces. Judas un hombre misterioso, dice el evangelio que el diablo entró en él y lo sedujo para que traicionara a Jesús y fuera crucificado, usando también al sumo sacerdote Anás y Caifás y a los otros ancianos, los cuales convencieron al gobernante Pilato que lo crucificarán, lo cual hicieron.

¿Qué aprendemos de Judas? Primeramente que debemos ser sinceros con Cristo Jesús en la amistad que el nos ofrece, no ser hipócrita. Segundo, nuestra relación con Cristo respecto a la salvación espiritual debe ser sincera, esa relación debe expresarse en comunión diaria con él porque Cristo Jesús es nuestro Salvador y Señor, que por medio de él Dios nos ha perdonado nuestros pecados del pasado, presente y la garantía de su perdón en nuestro futuro. Tercero, obedecerlo en su mandato de compartir su vida, su evangelio con toda persona para que ellos también tengan la oportunidad de la salvación. Y ser fiel a Cristo hasta la muerte, él nos promete que nos dará la corona de la vida eterna cuando muramos y dejemos este mundo. Que así sea.

Lee Mateo 26:14-56