La profecía de Isaías es impresionante cuando describe el nacimiento del rey mesiánico en el capítulo nueve, unos setecientos años antes que aconteciera. Después del capítulo cuarenta comienza con un lenguaje solemne, patético y se caracteriza por expresiones poéticas de maravillosa grandeza. Esta segunda parte de su libro abunda en mensajes de redención y de esperanza mesiánica. La descripción del Mesías sufriente en el capítulo cincuenta y tres. En ningún otro lugar de la Escritura Sagrada en el Antiguo Testamento nos encontraremos un panorama tan auténtico del monte Calvario: “Miren, mi siervo triunfará; será exaltado, levantado y muy enaltecido. Muchos se asombrarán de él, pues tenía desfigurado el semblante; nada de humano tenía su aspecto (52:13-15). “Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento. Todos evitaban mirarlo, fue despreciado y no lo estimamos…Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestros pecados; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz” (53:3,5).
El profeta Isaías en una visión pudo observar el sufrimiento y muerte de nuestro amado Salvador. La salvación de nuestra alma, la nueva vida que tenemos por El, fue muy costoso; experimentó el abandono de sus amigos y seguidores, abandonado por Dios el Padre bajo el escarnio y burla de sus enemigos. Murió en nuestro lugar, el justo por los injustos, el bueno por los malos, el santo por los pecadores.
Gracias a Dios por su regalo inefable y por haberlo levantado del poder de la muerte y del sepulcro. ¡Cristo Vive! nuestro glorioso Señor, su muerte no fue en vano, porque millones de personas han creído en Él, desde ese día hasta nuestro tiempo y muchos seguirán creyendo como el Mesías, Salvador y Señor prometido. Dijo Él: …”vengan a mí todos los que están trabajados y agobiados, que yo les daré descanso” “El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”.
¿Crees esto? Espero que sí, por tu propio bien.