“Entonces Elizabeth, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Bendita tu entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! (Mateo 1:41,42) 

Para Isabel, cuyo nombre le cambiaron a Elizabeth, fue una gran sorpresa que su parienta Miriam, conocida como María por la tradición romana, llegara a visitarla. Lo cierto es que el Ángel fue quien le informó a María que su parienta Elizabeth también estaba embarazada en el sexto mes, que tendría un hijo en su vejez, aunque para sus conocidos y familiares era estéril. Él le dijo a María, “Porque para Dios no hay nada imposible”. 

Dice el relato, que tan pronto María saludó a Elizabeth la criatura en su vientre dio un salto, esta criatura en formación era, a quien llamaron Juan el precursor del Mesías.  

Lo que Elizabeth dijo en voz alta “bendita” significa “alabada”, indicando que sería entre las mujeres la más honrada. Porque llevaba en su vientre al Mesías, Salvador y Señor de Israel quien será de bendición para toda la humanidad, es por eso que ella agregó: “la madre de mi Señor”. Elizabeth al expresar a María bienaventurada, significa feliz, porque creyó lo que Dios le dijo por medio del Ángel y lo confirmó con el saludo de Elizabeth, creyendo con grande gozo que no hay nada imposible para Dios. Alabó a Dios con el canto que se conoce como el “Magníficat” (Lucas 1). Consiste en su totalidad con alusiones a las proezas del Dios de Israel, el Dios de lo imposible.

Eso debe animarnos a creer en sus promesas y en aquellas necesidades, problemas o enfermedades que creemos que no será posible encontrar una solución o respuesta. Todo es posible para nuestro buen Dios, ese es el testimonio de Elizabeth y de María. 

Lee Lucas 1:26-56