Debemos reconocer que los dolores emocionales son carencias del niño interior en nosotros. Algunos expertos consideran que casi todas las situaciones emocionales, algunas muy complejas de la vida adulta, tienen como raíz, experiencias de la niñez que no están resueltas. Esas experiencias de la infancia marcan nuestra personalidad. Cuando los dolores de la niñez no se han resuelto y surgen en la vida adulta generan toda una serie de síntomas como culpa, temores, inseguridades, vergüenza, depresión, ansiedad, adicciones, baja autoestima y conducta autodestructiva, entre otras consecuencias.      

Hay medios de ayuda para enfrentar los problemas del niño interior: ciertas terapias psicológicas con profesionales, consejería pastoral espiritual, donde la sanación viene del Espíritu Santo, lo cual sorprende, porque es una regresión al pasado, para que el opere desde ahí con proyección a nuestro presente. Creo que es necesario, buscar oportunamente la ayuda adecuada, para vivir la vida abundante que Jesús prometió a los que creyeran en él, esta vida abundante se traduce en una vida victoriosa en todo.

El profeta Isaías hace una declaración de parte de Dios para ayudar al alma sufriente, no sólo a los judíos sino a todos sus hijos: La madre puede descuidarse en la forma de tratar y cuidar a sus niños o causar abandono, algunos lo han experimentado, posiblemente esa madre lo hizo por venganza al hombre que lo abandonó, o por irresponsable, o tal vez por continuar el patrón de sus propias raíces no resueltas. Es difícil e incomprensible hacer un juicio. El profeta Isaías dice que aunque esa madre dejara de amar a su niño y lo abandonara, Dios jamás abandonaría a los suyos, a nadie.

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Lee Isaías 49:14-15