Un día común en el trabajo de pescadores Simón Cefas, llamado Pedro, sus socios Jacobo y Juan, prestaron su barca a Jesús de Nazaret para que le sirviera de estrado y de púlpito, ellos escucharon las enseñanzas del Maestro, después de que Jesús terminó les pidió que llevaran la barca mar adentro y tiraran las redes porque pescarían, objetó Simón Pedro, que no pescarían, toda la noche habían estado pescando y no hubo peces, “pero, en tu nombre echaré la red”, sucedió el milagro la pesca fue muy grande y llenaron una segunda barca. Pedro se puso de rodillas confesando que era pecador. Cuando llegaron a la playa, Pedro, Jacobo y Juan siguieron a Jesús convirtiéndose en los primeros discípulos. Jesús les dijo “ahora pescarán hombres”, y lo harían con el evangelio de Cristo. Leer Hechos 2:14-18; 22-24 —

Los discípulos habían recibido instrucciones de Jesús “que no se fueran de la Ciudad de Jerusalén hasta que descendiera el Espíritu Santo”, el otro Jesús, lo cual sucedió durante la fiesta de Pentecostés, (quincuagésima), la fiesta de las semanas, se llamaba así porque eran cincuenta días, después de la Pascua esta era en abril y Pentecostés era a principios del mes de junio, acudía más gente de otros países que en la Pascua. La fiesta tenía dos significados principales:

(1) Tenía un significado histórico. Recordaba la entrega de la Ley a Moisés en El Monte Sinaí.

(2) Tenía un significado agrícola, era la terminación de la cosecha. Era un solo día, era feriado, nadie debería trabajar (Levítico 23:21; Números 28:26).

Había mucha gente en las calles cerca del templo. Los discípulos de Jesús que eran más de 100, estaban reunidos en una casa, conocido el lugar, como el aposento alto, posiblemente el mismo lugar donde celebraron la última cena. Al descender el Espíritu Santo sobre ellos de manera sobrenatural, hubo un temblor de tierra, lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno de ellos, comenzaron a alabar a Dios y hablar en lenguas humanas conocidas porque fueron llenos del Espíritu Santo. Los judíos y gentiles que habían venido de otros países a la fiesta de Pentecostés, se agolparon a la casa para ver el fenómeno, lo sobrenatural y buscaban una explicación, porque oían el mensaje de salvación en Cristo en su propio idioma. Decían, ¿cómo es posible que los escuchemos en nuestro propio idioma las maravillas de Dios? Era una representación de más de quince países. Otros decían, “están ebrios”, entonces Simón Pedro se puso de pie y los otros apóstoles también, Matías suplía al traidor Judas que se suicidó. Simón Pedro tomó la palabra y les dijo: “Estos no están borrachos como algunos suponen.” Esto es el cumplimiento de la profecía de lo que dijo el profeta Joel”.

Primero explicó la profecía sobre el derramamiento del Espíritu de Dios. Segundo, mencionó las manifestaciones futuras “arriba en el cielo y abajo en la tierra.  Dios mostraría prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hechos de los apóstoles 2:17-21). Este también era el día de la salvación. Tercero, Pedro pasa a explicar el sufrimiento de Cristo Jesús en manos de los judíos religiosos y de los soldados romanos diciéndoles “ustedes lo mataron, clavándolo en la Cruz. Pero Dios, lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio” (V. 24).

En esta ocasión 3,000 personas se convirtieron en seguidores de Cristo y fueron bautizados (V. 41).

Lee Hechos 2:1-41