“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.”
Profeta Oseas 11:1
En el tiempo del profeta Oseas, Dios por medio de él tenía varios reproches al pueblo de Israel porque se habían olvidado de Él y eran infieles creyendo en otros dioses paganos sin arrepentirse. El profeta insistió una y otra vez para que se alejaran de la idolatría, se arrepintieran ante Dios para tener una mejor relación y comunión pero ellos se resistieron, es por ese motivo que el profeta Oseas les recuerda que cuando ellos, pueblo joven en su formación, Dios los había amado. Estando en el cautiverio o esclavitud en el país de Egipto los sacó de ahí con grandes promesas y plagas contra sus enemigos y de esa manera fueron liberados, “los llamó de Egipto”.
Esa promesa también se cumplió en el Mesías Jesús, cuando era un recién nacido en la pequeña ciudad de Belén de Judea, el rey Herodes lo quería asesinar cuando recibió en Palacio a los magos de oriente quienes le informaron que buscaban al nuevo rey que había ya nacido, Herodes fue informado por los escribas estudiosos de la Escritura Sagrada, donde se decía que nacería en Belén, y envió a los magos a ir a buscarlo y adorarlo y cuando lo hubieran hecho que regresaran con él para informarle que si habían encontrado al Niño rey. Los magos no regresaron porque Dios les reveló que no lo hicieran, que se fueran por otro camino. Herodes se sintió burlado por ellos y se enojó mucho, tomó la decisión de enviar a sus soldados a Belén y a sus alrededores para que mataran a todos los niños menores de dos años. Un ángel enviado por Dios a José y a Maria les dijo que se fueran a Egipto porque Herodes buscaría al niño para matarlo. Cuando El Niño Dios tenía casi tres años de edad Dios le reveló a José que ya podían regresar de Egipto a Israel, por eso el profeta Oseas dice: “de Egipto llamé a mi hijo”.
La enseñanza para nosotros es que Dios conoce el futuro de cada ser humano, esto te incluye a ti y a mí, debemos depender de Él, creer en sus promesas, de esa manera nuestro futuro está seguro en sus benditas manos. No olvidemos que todo se cumplió en su Hijo Jesús el Cristo para nuestro propio bien, en él tenemos salvación y vida eterna.
Lee Mateo 2:13-23