Salió Jesús de allí y fue a su tierra (Nazaret de Galilea) en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. ¿De dónde sacó éste tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían- ¿Qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que  vienen de sus manos?. . . Y se escandalizaban a causa de él. Por tanto, Jesús les dijo: —En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra, entre sus familiares y en su propia casa.

Evangelio de Marcos 6:1-4

Que triste condición de la gente de Nazaret, Jesús creció desde los tres años de edad en ese lugar, muchos lo conocían, sus amigos de la infancia tenían su edad, su familia eran reconocidos, aún así lo menospreciaban, se escandalizaban por su sabiduría al enseñarles la palabra de Dios, la palabra dicha por el líder Moisés de la nación judía o les explicaba el mensaje dicho por los profetas. No creían que él era enviado por Dios como un profeta, mucho menos que lo aceptaran como el Mesías prometido que traería salvación espiritual. Lo subestimaban porque lo conocían y no podían aceptar y creer porque les enseñaba con tanta autoridad.

Es semejante, cuando tú no eres reconocido o reconocida entre tus parientes y conocidos por tus conocimientos, por tus estudios, por tu título universitario, o por tu capacidad para desempeñar ese trabajo que tienes. A veces es por envidia. Tú tienes que reconocer que como hijo o hija de Dios él te ha apoyado y te ha dado sabiduría en base a los conocimientos que has adquirido, el aprovechamiento de tu inteligencia que te otorgó cuando te creó por amor y creyó que tú le darías honra y gloria en lo que tú lograrías. Continúa con la práctica del ejemplo de Jesús, nunca se desanimó, tampoco se acobardó y cumplió con la voluntad de su Padre, se realizó en todo lo cual favoreció a la gente. Un hombre ejemplar en su realización.

Lee Marcos 6:1-6