Te envío a estos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados.

Hechos de los apóstoles 26:18

Convertirse a Cristo no es un cambio de religión, es nacer de nuevo por la obra del Espíritu Santo, se necesita arrepentimiento y creer o tener fe en Jesucristo, quien murió por el hombre para que su alma fuera salva y tuviera una nueva vida entre tanto esté en este mundo, posteriormente recibirá la vida eterna con Dios. Es un cambio interior, una nueva manera de pensar, es un volverse a Dios sinceramente (Evangelio de Juan 1:11-13).

La conversión es práctica porque es una nueva vida, un cambio de actitud del corazón o de nuestro ser interno, es un cambio de manera de pensar. Es espiritual porque se recibe al Espíritu Santo, aprendemos amar a Dios y a Cristo y a nuestro prójimo de manera sincera.

La conversión es práctica porque llegamos a tener una conciencia más justa y más clara. Es práctica porque podemos vivir con la actitud de perdonar por amor y podemos vivir una vida controlada por el Espíritu Santo. Somos bendecidos con un amor sincero, tenemos paz para con Dios y con los seres humanos que nos rodean. La gran verdad es que ya no le tememos a la muerte porque el día que ésta llegue a nuestra vida tenemos la seguridad en Cristo que Dios nos recibirá en su gloria.

A una niña se le preguntó, qué había hecho Jesucristo por ella. Respondió, me enseñó a perdonar. Un hombre asesinó a mi papá y logré perdonarlo, ahora me siento tranquila, me han enseñado, que volveré a ver a mi papá en el cielo. La conversión a Cristo trae magníficos resultados.

Lee Hechos 26:16-18