Porque a los que Dios conoció de antemano, también los eligió a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito de entre muchos hermanos.
Carta a los Romanos 8:29
Hay algo incongruente en el ser humano, o garrafal ignorancia de no creer que Dios decidió que él hubiera nacido en esta tierra con un propósito. Dios como creador es infinitamente sabio e inteligente respecto a sus propósitos para el hombre. El desea que el hombre reconozca su gran amor y lo conveniente para todo ser humano. No es asunto de religión, ni de religiosidad, es un asunto de relación como la de un padre con su hijo, y sólo Él puede transformarnos para que seamos nuevas criaturas.
El apóstol Pablo era un hombre celoso de su religión, el judaísmo. Era un perseguidor de los creyentes de Jesús el Mesías por su celo religioso hasta que Cristo se le apareció y se convirtió en un discípulo de Él, enviándolo a los gentiles para predicarles de Jesús el Mesías Salvador para que fueran también transformados como él lo fue, así también nosotros, lectores de esta carta a los Romanos, que Dios nos conoció antes que naciéramos en este mundo y nos eligió a conocer al Salvador para que fuéramos semejantes a su Hijo. Jesús el Mesías, se convertiría también en nuestro hermano por el hecho de su sacrificio en la cruz, seríamos adoptados como hijos del Padre celestial por su gran bondad y amor. Jesús sería el primero entre muchos hermanos, ahora podemos decir millones, porque desde el primer siglo hasta el presente son millones y millones los hijos de Dios por su adopción, habiendo creído en Cristo que murió por nuestros pescados, pero que el Padre lo resucitó de entre los muertos con un cuerpo incorruptible y glorificado.
Él es nuestra esperanza de que el Padre hará lo mismo con nosotros cuando nuestro cuerpo mortal esté en el sepulcro, mientras nuestra alma estará en el cielo esperando esta redención o resurrección. Tu, puedes ser por el Espíritu Santo transformado, si recibes a Cristo como tu Salvador y Señor.
Lee Romanos 8:28-30