Dios fue el que creo el hogar, la familia, en su sola potestad, Él decidió que nosotros naciéramos en un hogar, nos desarrolláramos y así cada generación, tras generación.  Al Señor le importa la familia, por lo que Él desea que en nuestro hogar perpetuemos su nombre. El Padre debe dar ejemplo de fe, buscar la voluntad de Dios para los suyos, obedecerlo, ser de buen testimonio, meditar en la palabra del Señor, enseñar a su familia lo que Dios requiere, vivir con gozo y en la prosperidad que Dios quiere para la familia, asistir regularmente a la reunión de la iglesia en el templo o casa de oración, servir en algún ministerio, compartir su fe y discipular a los que llegan a creer en Cristo. La esposa debe apoyar en todo lo señalado a su esposo, los hijos verán y desearán hacer lo mismo para sí y para otros hasta que ellos formen su hogar y hagan lo mismo.

EL líder Josué dijo a su pueblo: “Yo y mi casa serviremos al Señor”. Y lo hizo. La vida de él y su familia fue feliz y próspera. “Felices todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos… gozarás de dicha y prosperidad en el seno de tu hogar…. Que vivas para ver a los hijos de tus hijos” (SALMO 128).

Observa a tu familia, y pregúntate: ¿Es mi hogar donde se teme al Señor y tenemos prosperidad espiritual, física, material? ¿Somos una familia unida que vive en armonía y con la bendición de Dios? Si tu respuesta es afirmativa, Dios está con ustedes, el Espíritu Santo está dirigiéndoles y apoyándoles. Si tu respuesta es no o inestable, es tiempo de que tú como líder pastor en tu hogar hagas lo necesario para que cambien las cosas con el favor de Dios.

Respecto a Zaqueo el recaudador de impuestos, Jesucristo dijo: “Hoy ha llegado la salvación a este hogar”. (Evangelio de Lucas 19). Que Él diga lo mismo de nuestro hogar y usa tu casa para compartir con otra familia lo que Él ha hecho en ustedes.

Lee Lucas 19:1-9