El Elemento profético en las sagradas escrituras es real y efectivo en su cumplimiento. Lamentablemente la gente no cree en la profecía como palabra revelada de Dios a sus siervos que la escribieron. Hay “cristianos” que tampoco creen o lo dudan o cuestionan. Tampoco es un tema relevante en los púlpitos o en la enseñanza curricular en las escuelas teológicas.

La profecía bíblica es sobrecogedora, provoca temor en algunos, en otra emoción desbordante, de tal manera que es absorbente. Al esforzarnos para entender sus implicaciones y cumplimiento en la nación de Israel, en las naciones gentiles, en la Iglesia de Jesucristo. Sea en el pasado, presente o en el futuro. El cumplimiento de los juicios de Dios a los hombres irredentos, rebeldes y soberbios, a los ángeles caídos, al anticristo, al falso profeta o a Satanás mismo. Desafortunadamente los juicios también alcanzarán a la flora, la fauna, ríos o mares o a la misma tierra, se cumplirán porque Dios es soberano y Señor. Hay juicios que se cumplieron en base a la palabra profética sobre gobernantes, naciones que han desaparecido y otras que están en situaciones muy difíciles. En la palabra profética hay juicios contra Irak, Egipto, Líbano, y Siria (Damasco) y en nuestro tiempo estamos viendo parte de ese cumplimiento, pero aún hay más. Hay muchas naciones que serán enjuiciadas, posiblemente en nuestro tiempo o en el futuro, la palabra profética de Dios se cumplirá expresadas por Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y por otros más en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.

He aquí la recomendación del Apóstol Pedro: “Cuando les dimos a conocer la verdad de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos. Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:16, 20,21). Demos gracias a Dios por su revelación.

Lee 2 Pedro 1:12-21