Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; ponme a prueba y conoce mis pensamientos. Y ve si voy por mal camino y guíame por el camino eterno.

Salmo de David 139:23-24

Con seguridad te has preguntado, ¿Por qué estoy ansioso, nervioso o por qué me siento inestable y angustiado? ¿Qué es, lo que te mantiene despierto en ciertas noches? Todo ser humano, en ciertas etapas de su vida o en algunas situaciones nos hacemos esa pregunta. El miedo es esa sensación de angustia aunado a sentimiento de desconfianza en nosotros o en otros, o esas perturbaciones del ánimo por enfermedad, riesgo de daño real o imaginario, recelo que se nos presenta o aprensión de que algo grave va a suceder a un ser amado, posiblemente ser asaltado, secuestrado, un accidente o la muerte repentina. Los miedos más frecuentes son: La soledad. El fracaso. A perder el control. A la inseguridad. A la supervivencia. Al rechazo. Al cambio.

No distinguimos en la lectura de este excelente salmo del Rey David, cuáles eran sus miedos, pero los tenía, puede uno sacar en conclusión por otros salmos que él escribió y por su historia de vida, que tuvo serios problemas con su familia, con uno de sus hijos que ambicionaba el trono del reino, además enemigos internos y externos. El contenido de este salmo 139 es de una calidez muy humana, de un Rey que sufría fuertes depresiones, angustia o ansiedad, tomó una decisión: hablar con Dios en quien tenía confianza y apelaba a su justicia para que Él lo examinara en todo su ser, en sus pensamientos, emociones, conciencia y en su ser espiritual. Dios lo hizo y David pasó el examen. David superó sus miedos al confiar su vida en Dios que lo amaba y deseaba su bienestar.

¿Por qué no entregas tus miedos al Señor? El los conoce y quiere que tú obtengas la victoria sobre ellos y tendrás la paz que solamente Él puede dar.

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