¡Vamos, bendigan al Señor su Dios desde ahora y para siempre! ¡Bendito seas, Señor! ¡Sea exaltado tu glorioso nombre, que está por encima de toda bendición y alabanza! ¡Solo tu eres el Señor! Tú has hecho los cielos, y los cielos de los cielos con toda sus estrellas. Tú le das vida a todo lo creado: la tierra y el mar con todo lo que hay en ellos. ¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo!

Libro de Nehemías 9:5-6

Este es un excelente libro de historia del líder Nehemías, él estuvo en el exilio babilonio junto con muchos otros judíos; estaba al servicio cada día del Rey Artajerjes, rey de Persia (Irán). Un día le preguntó el rey —¿por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te esta causando dolor.  —Nehemías respondió que su tristeza y dolor era por su ciudad Jerusalén porque estaba en ruinas.  —¿Qué quieres que haga? Respondió el rey. —Si a su majestad le parece bien, y si este siervo suyo es digno de su favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde están los sepulcros de mis padres. —el rey accedió la petición  porque sentía aprecio por Nehemías. Dios lo convenció y le dio un salvoconducto para que transitara por regiones de otros monarcas y le dieran libre tránsito, le dio madera para las puertas principales de La Ciudadela. Dios actuó en su favor y le dio gracia ante el rey. Ese era el motivo de Nehemías de alabar a Dios por ser creador y sustentador de todas las cosas en el universo y en la tierra. Reconoce su poder, grandeza y unicidad.

Sólo el Señor es Dios en todo lugar. Cuando recibimos ciertos favores especiales o logros alcanzados debemos hacer exactamente como lo hizo este hombre llamado Nehemías que por cierto logró sus objetivos y regresó a Persia para continuar su servicio al rey muy agradecido.

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