Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.  -Evangelio de Lucas 7: 28  -Refiriéndose Juan el Bautista a Jesús dijo: “A él le toca crecer,  y a mí menguar.”

Evangelio de Juan 3:29-30

Juan el profeta, fue llamado el bautista porque bautizaba en los ríos a las personas que se arrepentían de sus pecados. El era primo hermano de Jesús de Nazaret, había sido nombrado por Dios para que preparara a los judíos para recibir a Jesús como el Mesías. Juan nació en forma milagrosa ya que sus padres eran adultos y su madre era estéril. Juan creció  en el desierto y su ministerio profético lo desempeñó en lugares apartados, en ocasiones donde hubiera un río, para realizar los bautizos. Juan era un hombre sencillo, muy humilde.

Cuando Jesús inició su trabajo de maestro, predicador, sanador, también bautizaba. Juan no tuvo celos, porque las multitudes comenzaron a seguir a Jesús y a él lo dejaban. Juan dijo al saber el éxito de Jesús: “A él le toca crecer, y a mí menguar.” Un reconocimiento humilde, sincero y sin hipocresía. Cuando Juan fue encarcelado, Jesús se expresó muy bien de él, dando testimonio de su persona ante sus discípulos, esto lo registra Lucas en su Evangelio. La humildad es una virtud, no se refiere este término a la pobreza material o económica, sino al carácter de la persona, su forma de actuar, de servir de manera desinteresada, sin aplausos, buscando agradar a Dios quien lo puso como profeta. Ni la fama que obtuvo logró afectar su humildad.

Muchas personas sucumben ante el orgullo y la vanidad por sus logros, por su economía, por su popularidad o por su ascendencia familiar. Esta es una actitud que fastidia a otros por lo farsante que se hace la persona. Es lindo ver a hombres y mujeres que tienen cultura, aspectos académicos, éxito en su economía pero se mantienen humildes, sin arrogancia, ni altivez. Ellos se hicieron humildes por causa de Jesucristo. Tu y yo, debemos incorporar esta virtud de humildad, y recibir el elogio de Dios nuestro Padre por ser imitadores de Juan el profeta y de Jesús el Cristo nuestro Señor y Salvador.

Lee Juan 3:22-30